Si el té mítico se remonta, según la leyenda, a hace unos 5000 años, el té histórico data solamente del siglo III de nuestra era. La primera degustación, indudablemente testificada, se relata en la Historia dinástica de los Tres reinos, historia que se desarrolla entre 222 y 277 después J.-C. En principio poción medicinal, el té se convierte progresivamente en una bebida cotidiana antes de ser considerada bajo los Tang, como una bebida espiritual. Durante el siglo IV y el siglo V, se presenta todavía bajo la forma de té comprimido en una especie de galleta. Para prepararlo, se toma una bolita de esa “galleta” y se pone a hervir con arroz, jengibre, corteza de naranja, especias, con leche e incluso a veces con cebollas.
Los tibetanos y ciertas tribus mogolas practican todavía este procedimiento. El té se considera como un alimento, un aromático que se consume en las sopas, en compañía de otros ingredientes. Este será su modesto status, hasta que aparezca el destacable Lu Yu, primer codificador apasionado del té.
En el siglo VIII Lu Yu escribe su Canon del té: Tch'a Tsing, Tch'a Chou o Chaking., lamentablemente inacabada y en parte irremediablemente perdida, aborda con extremo cuidado todos los aspectos del té, de su cultivo, de su degustación.
De este modo, en los tres volúmenes y los diez capítulos que están todavía en nuestra posesión, describe minuciosamente la naturaleza de la planta, las herramientas utilizadas para la recolección, los métodos empleados para clasificar las hojas. Después, pasa revista a las veinticuatro partes de « el equipo del té », desde el brasero de tres patas hasta el gabinete de bambú donde se guardaban los utensilios. Se observa una consecuencia inesperada de este apasionamiento por el té sobre el arte de los alfareros: los ricos amateurs del té siempre a la búsqueda de objetos raros y perfectos estimulan un artesanado único en el mundo…